Kel'thuzad y la formación de la Plaga es parte del Capítulo V de la Historia de Warcraft aparecida en la página web de World of Warcraft. Se trata a su vez de una revisión de la historia recogida en el manual de Warcraft III: Reign of Chaos bajo los nombres de Kel'Thuzad y el Culto de los Malditos y La formación del Azote adaptando los nombres de las razas a como se llaman en la actualidad.
En aparece otra versión retocada en forma de libro que los jugadores pueden leer.
Un puñado de poderosas personas, diseminadas a lo largo y ancho del mundo, oyó las invocaciones mentales del Rey Lich. La más notable de todas ellas fue el Archimago Kel’Thuzad de la mágica nación de Dalaran. Kel’Thuzad, uno de los miembros ancianos del Kirin Tor, el concilio dirigente de Dalaran, había sido considerado un inconformista durante años, porque insistía en estudiar las artes prohibidas de la nigromancia. Tuvo de aprender solo todo lo que pudo sobre el mundo mágico y sus maravillas oscuras y se sentía frustrado por lo que él veía como los preceptos obsoletos y faltos de imaginación de sus semejantes. Cuando oyó la poderosa llamada de Northrend, el Archimago concentró toda su considerable voluntad en la comunión con la misteriosa voz. Convencido de que el Kirin Tor era demasiado remilgado para comprender el poder y el conocimiento propios de las artes oscuras, prometió aprender lo que pudiera del inmensamente poderoso Rey Lich.
Renunciando a su fortuna y a su prestigiosa posición política, Kel’Thuzad abandonó las directrices del Kirin Tor y dejó Dalaran para siempre.
Empujado por la persistente voz del Rey Lich en su mente, vendió sus amplias propiedades y guardó su fortuna. Viajó solo y atravesó muchas leguas de tierra y mar hasta que finalmente llegó a las costas heladas de Northrend. Con la determinación de llegar a la Corona de Hielo y ofrecer sus servicios al Rey Lich, el Archimago atravesó las ruinas devastadas de Azjol-Nerub. Kel’Thuzad vio el alcance y ferocidad del poder de Ner’zhulr con sus propios ojos y empezó a pensar que aliarse con el misterioso Rey Lich no sólo sería inteligente, sino que además podía resultar muy provechoso.
Al cabo de largos meses caminando por las inhóspitas llanuras árticas, Kel’Thuzad llegó por fin al oscuro glaciar de la Corona de Hielo. Entró con audacia en la oscura ciudadela de Ner’zhul y se sorprendió mucho de que los silenciosos guardias le permitieran pasar como si se le esperara. Kel’Thuzad descendió a las profundidades de la fría tierra y encontró el camino que llevaba al fondo del glaciar. Allí, en la interminable caverna de hielo y sombras, se postró ante el Trono de Hielo y ofreció su alma al oscuro señor de los muertos.
El Rey Lich estaba satisfecho con su último conscripto. Prometió a Kel’Thuzad inmortalidad y enorme poder a cambio de su lealtad y obediencia. Kel’Thuzad, ansioso por recibir oscuros conocimientos y poder, aceptó su primera gran misión: ir al mundo de los hombres y fundar una nueva religión que adoraría al Rey Lich como a un dios.
Para ayudar al Archimago en el cumplimiento de su misión, Ner’zhul dejó la humanidad de Kel’Thuzad intacta. El anciano pero carismático mago tendría que utilizar sus poderes de ilusión y persuasión para atraer la confianza de las masas privadas de derechos y desencantadas de Lordaeron. Y una vez tuviera su atención, les ofrecería una nueva visión de sociedad... y otra figura a la que llamar rey...
Kel’Thuzad volvió a Lordaeron disfrazado y por espacio de tres años utilizó su fortuna e intelecto para crear una hermandad clandestina de hombres y mujeres de ideas afines. La hermandad, que bautizó con el nombre de Culto de los Malditos, prometió a sus acólitos igualdad social y vida eterna en Azeroth a cambio de su servicio y obediencia a Ner’zhul. Los meses pasaban y Kel’Thuzad encontraba muchos voluntarios convencidos entre los cansados y explotados trabajadores de Lordaeron. Sorprendentemente, el objetivo de Kel’Thuzad de distorsionar la fe de los ciudadanos en la Luz Sagrada y dirigirla hacia la oscura sombra de Ner’zhul fue fácil de alcanzar. Mientras el Culto de los Malditos crecía en número e influencia, Kel’Thuzad se aseguraba de mantener sus maquinaciones ocultas en todo momento a los ojos de las autoridades de Lordaeron.
Después del éxito de Kel’Thuzad en Lordaeron, el Rey Lich empezó los preparativos finales para su ataque a la civilización humana. Colocó sus energías de plaga en unos artefactos portátiles llamados calderos de la plaga y ordenó a Kel’Thuzad que transportara los calderos hasta Lordaeron, donde deberían esconderse entre las diferentes aldeas controladas por el culto. Los calderos, protegidos por los leales seguidores del culto, actuarían como generadores de plaga y la filtrarían a través de las confiadas tierras de labranza y ciudades del norte de Lordaeron.
El plan del Rey Lich funcionó a la perfección: muchas de las aldeas del norte de Lordaeron se contaminaron de manera casi inmediata. Como había ocurrido en Northrend, los ciudadanos que contrajeron la plaga murieron y se alzaron como esclavos serviciales del Rey Lich. Los seguidores del culto que dominaba Kel’Thuzad estaban deseosos de morir y ser alzados de nuevo al servicio de su señor oscuro: estaban exultantes ante la perspectiva de la inmortalidad. A medida que la plaga se extendía, los zombis que se alzaban en las tierras del norte eran cada vez más numerosos. Kel’Thuzad admiró ese ejército del Rey Lich mientras crecía y lo bautizó con el nombre de Azote, porque pronto marcharía sobre las verjas de Lordaeron y asolaría la humanidad borrándola de la faz del mundo...
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En puede leerse por medio de un libro cuyo texto presenta algunas variaciones con respecto al publicado en el manual de Warcraft III. Dicho libro puede encontrarse en Scholomance, el Monasterio Escarlata, la zona de los humanos de Stratholme, cerca de los isntructores de herborístería de Entrañas y en la posada de Costasur. Cuenta para el logro
[Erudito].
Había un puñado de individuos poderosos esparcidos por el mundo, que oyeron las peticiones mentales del Rey Exánime desde Rasganorte. El más destacable de estos personajes era el archimago de Dalaran, Kel'Thuzad, que era uno de los miembros principales del consejo de gobierno de Dalaran, el Kirin Tor. Durante años, había sido considerado un inconformista, debido a su insistencia en estudiar las prohibidas artes de la nigromancia.
Decidido a aprender todo lo que pudiera del mundo mágico y de sus oscuras maravillas, se vio frustrado por lo que consideró una serie de preceptos pasados de moda y carentes de imaginación de sus pares. Tras oír las poderosas invocaciones procedentes de Rasganorte, el archimago concentró toda su voluntad, intentando comunicarse con la misteriosa voz. Convencido de que el Kirin Tor era demasiado impresionable como para adoptar el poder y el conocimiento inherente a las artes oscuras, se resignó a aprender todo cuanto podía del inmensamente poderoso Rey Exánime.
Olvidando su fortuna y su prestigio político, Kel'Thuzad abandonó los caminos del Kirin Tor, dejando Dalaran para siempre. Empujado por la persistente voz del Rey Exánime que oía en su mente, vendió sus vastas posesiones y guardó su fortuna. Atravesando a solas muchas leguas tanto por tierra como por mar, finalmente alcanzó las heladas costas de Rasganorte.
Intentando llegar a Corona de Hielo para ofrecer sus servicios al Rey Exánime, el archimago atravesó las saqueadas y destruidas ruinas de Azjol-Nerub. Kel'Thuzad comprobó de primera mano el alcance y la ferocidad del poder de Ner'zhul. Empezó a darse cuenta de que aliarse con el misterioso Rey Exánime podía ser al mismo tiempo una decisión sabia y potencialmente fructífera.
Tras arduos meses recorriendo las duras y baldías tierras árticas, finalmente Kel'Thuzad llegó al oscuro Glaciar Corona de Hielo. Con audacia, se acercó a la ciudadela negra de Ner'zhul y quedó muy impresionado cuando los guardias no-muertos le dejaron pasar silenciosamente, como si estuvieran esperándole.
Kel'Thuzad descendió a las profundidades de la tierra helada y se dirigió hacia la base del glaciar. Allí, en la interminable caverna de hielo y sombras, se postró ante el Trono Helado y ofreció su alma al oscuro señor de los muertos.
El Rey Exánime estaba muy complacido con su más reciente adepto. Prometió a Kel'Thuzad la inmortalidad y grandes poderes a cambio de su lealtad y obediencia. Hambriento de conocimientos y poderes oscuros, Kel'Thuzad aceptó su primera gran misión: adentrarse en el mundo de los hombres y fundar una nueva religión que adoraría al Rey Exánime como a un dios.
Para ayudar al archimago a cumplir su misión, Ner'zhul dejó intacta la humanidad de Kel'Thuzad. El viejo, pero aún carismático mago, recibió el don de utilizar sus poderes de ilusión y persuasión para adormecer a las oprimidas masas de Lordaeron y lograr que confiaran y creyeran de nuevo. Luego, una vez que lograra captar su atención, les ofrecería una nueva visión de lo que podría ser la sociedad - y un nuevo mascarón de proa al que pudieran considerar rey.
Kel'Thuzad regresó a Lordaeron disfrazado y, por espacio de tres años, utilizó su fortuna y su intelecto para reunir a una hermandad clandestina de hombres y mujeres de ideas afines. La hermandad, a la que denominó el Culto de los Malditos, prometió a sus acólitos igualdad social y la vida eterna en Azeroth a cambio de su servicio y obediencia a Ner'zhul.
A medida que pasaron los meses, Kel'Thuzad encontró muchos voluntarios ansiosos para su nuevo culto entre los cansados y explotados obreros de Lordaeron. Kel'Thuzad alcanzó sus objetivos con sorprendente facilidad: concretamente, logró convertir la fe de los ciudadanos en la Luz Sagrada en una creencia en la oscura sombra de Ner'zhul. A medida que el Culto de los Malditos creció en tamaño e influencia, Kel'Thuzad se aseguró de que sus actividades quedaran ocultas a ojos de las autoridades de Lordaeron.
Con el éxito de Kel'Thuzad en Lordaeron, el Rey Exánime realizó los preparativos finales para asaltar la civilización humana. Tras volcar su energía corrupta sobre diversos artefactos portátiles llamados calderas de peste, Ner'zhul ordenó a Kel'Thuzad que llevara las calderas a Lordaeron, ocultándolas en varios poblados leales.
Las calderas, protegidas por cultores seguidores, actuarían como generadores de peste, dispersándola a través de los indefensos campos y ciudades del norte de Lordaeron.
El plan del Rey Exánime funcionó a la perfección. Muchos poblados del norte de Lordaeron se contaminaron casi de inmediato. Como ocurrió en Rasganorte, los ciudadanos que contrajeron la peste murieron y renacieron como esclavos del Rey Exánime.
Los seguidores de Kel'Thuzad deseaban morir para renacer al servicio del señor de las tinieblas. Se regocijaban ante la perspectiva de alcanzar la inmortalidad de los no-muertos. Con la propagación de la peste, cada vez más zombis ferales se alzaron en las tierras del norte. Kel'Thuzad observó el ejército del Rey Exánime y lo nombró la Plaga, pues pronto marcharía hasta las puertas de Lordaeron... borrando a la humanidad de la faz de la tierra.
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