El retorno de Archimonde y el vuelo a Kalimdor es parte del Capítulo V de la Historia de Warcraft aparecida en la página web de World of Warcraft.
En aparece otra versión retocada en forma de libro que los jugadores pueden leer.
Una vez que Kel'Thuzad volvió a estar completo, Arthas llevó a la Plaga a Dalaran. Allí el exánime obtendría el poderoso libro de hechizos de Medivh y lo usaría para invocar a Archimonde de vuelta al mundo. Y a partir de ese momento, sería Archimonde el que comenzaría la invasión final de la Legión. Ni siquiera los magos del Kirin Tor pudieron evitar que las fuerzas de Arthas robaran el libro de Medivh y pronto Kel'Thuzad tuvo todo lo que necesitaba para realizar su hechizo. Después de diez mil años, el poderoso demonio Archimonde y su hueste emergieron de nuevo sobre el mundo de Azeroth. Pero Dalaran no era su destino final. Bajo las órdenes del propio Kil'jaeden, Archimonde y sus demonios siguieron a la Plaga de no-muerte a Kalimdor para destruir a Nordrassil, el Árbol del Mundo.
En mitad de este caos, un profeta solitario y misterioso apareció para guiar a las razas mortales. Este profeta resultó ser Medivh, el último guardián, que había vuelto milagrosamente del Más Allá para redimirse de sus pecados del pasado. Medivh le habló a la Horda y la Alianza de los peligros a los que se enfrentaban y las instó a unirse. Hartos de generaciones de odio, los orcos y los humanos nunca lo harían. Medivh se vio obligado a tratar con cada raza por separado, usando la profecía y los engaños para guiarlos al otro lado del mar, a la legendaria tierra de Kalimdor. Los orcos y los humanos pronto se encontraron con la oculta, desde hace mucho, civilización de los kaldorei.
Los orcos, liderados por Thrall, sufrieron una serie de contratiempos en su viaje por los Baldíos de Kalimdor. Aunque trabaron amistad con Cairne Pezuña de Sangre y sus poderosos guerreros tauren, muchos orcos comenzaron a sucumbir a la sed de sangre demoníaca que les había dominado durante años. El mejor teniente de Thrall, Grom Grito Infernal, llegó incluso a traicionar a la Horda para entregarse a sus instintos más básicos. Mientras Grito Infernal y sus leales guerreros Grito de Guerra acechaban por los bosques de Vallefresno, se toparon con las antiguas Centinelas elfas de la noche. Seguro de que los orcos habían vuelto a sus días bélicos, el semidiós Cenarius volvió para hacer retroceder a Grito Infernal y sus orcos. Pero éstos, dominados por un odio y una rabia sobrenaturales, lograron matar a Cenarius y corromper los antiguos bosques. Al final, Grito Infernal limpió su honor ayudando a Thrall a derrotar a Mannoroth, el señor demonio que había maldecido a los orcos con su sangre de odio y rabia. Con su muerte, la maldición sanguínea de los orcos llegó a su fin.
Mientras Medivh trabajaba para convencer a los orcos y a los humanos de la necesidad de una alianza, los elfos de la noche luchaban contra la Legión con sus propios métodos secretos. Tyrande Susurravientos, la inmortal suma sacerdotisa de las Centinelas elfas de la noche, luchó desesperadamente para evitar que los demonios y los no-muertos arrasasen los bosques de Vallefresno. Tyrande se dio cuenta de que necesitaba ayuda, así que ordenó despertar a los druidas elfos de la noche de su sueño de mil años. Llamando a su antiguo amor, Malfurion Tempestira, Tyrande consiguió fortalecer sus defensas y rechazar a la Legión. Con la ayuda de Malfurion, la propia naturaleza se alzó para acabar con la Legión y sus aliados de la Plaga.
Mientras buscaba a más druidas que hibernaban, Malfurion encontró el antiguo túmulo prisión en el que había encadenado a su hermano, Illidan. Convencida de que Illidan les ayudaría a luchar contra la Legión, Tyrande lo liberó. Aunque sí lo hizo durante un tiempo, eventualmente huyó para cumplir sus propios fines.
Los elfos de la noche se prepararon y lucharon contra la Legión Ardiente con una férrea determinación. La Legión nunca había cesado en su deseo de obtener el Pozo de la Eternidad, la fuente de la fuerza del Árbol del Mundo y el corazón del reino elfo de la noche. Si su plan para asaltar el Árbol tenía éxito, los demonios destrozarían el mundo en pedazos, literalmente.
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En puede leerse por medio de un libro cuyo texto presenta algunas variaciones con respecto al publicado en la página oficial de World of Warcraft. Dicho libro puede encontrarse tras Liv Rizzlefix en Trinquete, el Monasterio Escarlata y Ventormenta[51.9, 74.6] . Cuenta para el logro [Erudito].
Una vez que Kel'Thuzad volvió a ser un todo, Arthas condujo a la Plaga hasta el sur de Dalaran. Allí, el exánime obtendría el poderoso libro de hechizos de Medivh y lo usaría para invocar a Archimonde y traerlo de regreso al mundo. De aquí en adelante, Archimonde en persona comenzaría a realizar la invasión final de la Legión. Incluso los zahoríes del Kirin Tor se mostraban incapaces de detener a las fuerzas de Arthas, impidiéndoles que robaran el libro de Medivh y pronto, Kel'Thuzad reunió todos los elementos para realizar su encantamiento.
Transcurridos diez mil años, el poderoso demonio Archimonde y su anfitrión emergieron una vez más en el mundo de Azeroth. Aun así, Dalaran no iba a ser su destino final. Bajo las órdenes del propio Kil'jaeden, Archimonde y sus demonios siguieron a la Plaga de los no-muertos hasta Kalimdor, con el propósito de destruir Nordrassil, el Árbol del Mundo.
En medio de este caos, un solitario y misterioso profeta apareció para guiar a las razas mortales. Este profeta resultó ser Medivh, el último guardián, que había regresado milagrosamente del Más Allá para redimirse de sus pasados pecados. Medivh alertó a la Horda y a la Alianza acerca de los peligros a los que se enfrentaban y los conminó a que unieran sus fuerzas.
Ahítos de generaciones de odio, los orcos y los humanos no tenían nada en común. Medivh se vio obligado a tratar con cada raza por separado, utilizando las profecías y su habilidad para guiarlos a través del mar, hacia la legendaria tierra de Kalimdor. Pronto, los orcos y los humanos encontraron la civilización de los kaldorei, oculta durante mucho tiempo.
Los orcos, dirigidos por Thrall, sufrieron una serie de reveses hacia los baldíos de Kalimdor. Aunque contaban con la amistad de Cairne Pezuña de Sangre y sus poderosos guerreros tauren, muchos orcos empezaron a sucumbir a la demoníaca sed de sangre que los había contaminado durante años. El lugarteniente más importante de Thrall, Grom Grito Infernal, llegó incluso a traicionar a la Horda, abandonándose a sus más bajos instintos.
Mientras Grito Infernal y sus leales guerreros Grito de Guerra merodeaban por los bosques de Vallefresno, se enfrentaron a los antiguos centinelas y elfos de la noche. Persuadidos de que los orcos habían vuelto por sus fueros, retomando sus viejas costumbres, el semidiós Cenarius apareció para lograr que Grito Infernal y sus orcos regresaran. No obstante, Grito Infernal y sus orcos, vencidos por una rabia y un odio sobrenaturales, asesinaron a Cenarius y corrompieron los antiguos bosques.
Finalmente, Grito Infernal consiguió redimir su honor, ayudando a Thrall a derrotar a Mannoroth, el señor demonio que lanzó por vez primera sobre la línea de sangre de los orcos una maldición de odio y rabia. Con la muerte de Mannoroth, la maldición de sangre de los orcos llegó a su fin.
Mientras Medivh intentaba convencer a los orcos y a los humanos de la necesidad de una alianza, los elfos de la noche luchaban contra la Legión, utilizando sus propias tácticas secretas. Tyrande Susurravientos, la inmortal suma sacerdotisa de los centinelas y elfos de la noche, combatió desesperadamente para evitar que los demonios y los no-muertos arrasaran los bosques de Vallefresno. Tyrande se dio cuenta de que necesitaba ayuda y se dispuso a despertar a los druidas de los elfos de la noche de su profundo sueño de mil años.
Invocando a su antiguo amor, Malfurion Tempestira, Tyrande logró galvanizar sus defensas e hizo volver a la Legión. Con la ayuda de Malfurion, la propia naturaleza logró derrotar a la Legión y a sus aliados de la Plaga.
Mientras buscaba más druidas en hibernación, Malfurion encontró la antigua prisión-túmulo en la que había encadenado a su hermano Illidan. Convencido de que Illidan los ayudaría contra la Legión, Tyrande lo liberó. Aunque Illidan los ayudó durante un tiempo, finalmente huyó para perseguir sus propias metas.
Los elfos de la noche se prepararon y lucharon contra la Legión Ardiente con gran determinación. La Legión nunca había abandonado su deseo de conquistar el Pozo de la Eternidad, durante mucho tiempo fuente de poder del Árbol del Mundo y corazón del reino de los elfos de la noche. Si el asalto que planeaban contra el Árbol tenía éxito, los demonios acabarían literalmente con el mundo.
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