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El Auge del Rey Exánime son una serie de fragmentos de la Historia de Warcraft aparecidos en 2008 en la página web de la expansión WotLK[1] aclarando algunos aspectos sobre el lore de la nueva expansión.

A pesar de tener el mismo nombre en inglés que la novela de Christie Golden, recibió una traducción distinta por parte de Blizzard.


Capítulo 1: La maldición de Ner'zhul[ | ]

El anciano chamán Ner'zhul fue uno de los mayores líderes espirituales de los orcos. Traicionado por el demonio Kil'jaeden, fue el artífice de los acontecimientos que desencadenarían la corrupción de los orcos y la creación de la siempre sedienta de sangre Horda. Pero en última instancia, Ner'zhul se negó a entregar totalmente a su gente a las demoníacas filas de la Legión Ardiente.

El señor demoníaco Kil'jaeden castigó a Ner'zhul por su desafío, destruyendo su envejecido cuerpo y torturando su espíritu. Entonces, el demonio dio a Ner'zhul un ultimátum: podía servir a la Legión de forma incondicional o agonizar durante toda la eternidad. Sin demasiadas opciones, Ner'zhul prometió servir a Kil'jaeden y renació como un temible agente de la Legión enormemente poderoso: el Rey Exánime.

El espíritu de Ner'zhul estaba encadenado con magia a una antigua armadura y vinculado a la poderosa hoja rúnica Agonía de Escarcha. Para asegurarse la obediencia de Ner'zhul, Kil'jaeden selló la armadura y la espada dentro de un cubo construido para la ocasión con hielo recogido en los lejanos límites de El Vacío Abisal. Después, lanzaron este cristal congelado al próspero y confiado mundo de Azeroth, y quedó olvidado en los desolados y helados baldíos de Rasganorte.

Entre las facultades otorgadas al Rey Exánime se encontraba el poder sobre la propia Muerte. Desde su Trono Helado, Ner'zhul invocó a una serie de no-muertos para que le sirvieran y probó su ejército contra los Nerubianos de Azjol-Nerub y su poderoso señor araña Anub'arak. A pesar de que la Guerra de la Araña duró años, muchos Nerubianos que cayeron durante el combate quedaron enseguida ligados a la férrea voluntad del Rey Exánime. El propio Anub'arak cayó en una emboscada y fue asesinado, para levantarse después y unirse a las filas de Ner'zhul como un temible señor de la cripta.

Todo indicaba que el Rey Exánime servía a su señor con fidelidad, pero en realidad había tramado un astuto y subversivo plan. Para conseguir sus fines, había creado una pequeña fisura en su prisión, había empujado la Agonía de Escarcha a través de ella y había ordenado a sus esbirros que la llevaran lejos del Trono Helado. Ner'zhul pretendía usar la espada como cebo para atrapar a un poderoso campeón: un súbdito leal que le liberara y sirviera de contenedor para su inquieto espíritu. Mientras se disponía la Agonía de Escarcha para cumplir su futuro propósito, el Rey Exánime continuó cumpliendo la auténtica agenda de su demoníaco señor con sumisión...

Desde su llegada a Azeroth, el Rey Exánime había creado una insidiosa plaga de no-muertos, una enfermedad terrible cuyo propósito era aniquilar a la humanidad y crear un ejército fiel a la Legión Ardiente. Para agilizar el contagio, el Rey Exánime reclutó a un poderoso aliado: el ambicioso mago Kel'Thuzad, uno de los miembros principales del consejo de gobierno de Dalaran.

Bajo la atenta mirada del Rey Exánime, Kel'Thuzad creó el Culto de los Malditos, un grupo de humanos a los que prometió igualdad social y la vida eterna en Azeroth. Los miembros del culto extendieron la enfermedad por los pueblos del norte de Lordaeron y crearon gran cantidad de no-muertos descerebrados. Kel'Thuzad vio el creciente ejército y lo llamó “la Plaga”, porque eliminaría la humanidad de la faz de la tierra a capricho del Rey Exánime.

Capítulo 2: La reivindicación de la Agonía de Escarcha[ | ]

El archimago Antonidas sospechaba que la plaga de no-muertos era de origen mágico, así que envió a la hechicera Jaina Valiente a las tierras del norte para investigar. La acompañó el príncipe Arthas Menethil, hijo único del rey Terenas. Jaina y Arthas siguieron el rastro del siervo del Rey Exánime, Kel'thuzad, y lo mataron, pero la muerte del nigromante no puso fin al avance de la Plaga. A medida que la batalla contra los no-muertos continuaba, la fe y la paciencia del príncipe comenzaban a agotarse.

Junto con el legendario paladín Uther el Iluminado, Arthas y Jaina llegaron a las puertas de Stratholme, pero era demasiado tarde para detener la distribución del grano infectado por la plaga. Arthas se dio cuenta de que los inocentes aldeanos se unirían inevitablemente a las crecientes filas de los no-muertos. Ordenó a Uther que purgara la aldea y matara a los civiles antes de que se convirtieran en esbirros de la Plaga. Cuando Uther se negó, Arthas acusó al veterano caballero de traición y disolvió la Orden de la Mano de Plata. Uther y la mayoría de la caballería restante abandonaron la aldea indignados y Jaina, horrorizada por la decisión de Arthas, también abandonó al príncipe.

A pesar de la pérdida de sus fuerzas de apoyo, Arthas continuó con su plan y mató a los inocentes aldeanos y quemó todas las construcciones que quedaban en pie. Algo en Arthas cambió ese día y, al alejarse de Stratholme, dejó atrás gran parte de su humanidad en las ardientes ruinas.

Entonces, el príncipe centró sus esfuerzos en detener la Plaga a toda costa. Con el tiempo consiguió seguir su rastro hasta Rasganorte. Con el corazón triste y firme determinación, el príncipe se dirigió al nevado techo del mundo. Para su sorpresa, en Rasganorte se encontró con un viejo amigo: el enano Muradin Barbabronce. Muradin había estado buscando una espada que se decía poseía legendarios poderes: la hoja llamada “Agonía de Escarcha”. Arthas decidió buscar la hoja encantada y blandirla contra la Plaga. Sin embargo, a petición de Uther, el rey Terenas pronto ordenó la retirada de Arthas y sus tropas. Antes de que la expedición pudiera partir en barco a casa, Arthas contrató en secreto a mercenarios indígenas para que prendieran fuego a los barcos. Al llevar a sus tropas a los barcos, Arthas fingió estar sorprendido y ordenó a sus amargamente decepcionados soldados que buscaran y mataran a los mercenarios.

Arthas rastreó los desolados baldíos en busca de lo que creía que sería la clave para la salvación de su gente. Con el tiempo, Muradin y Arthas encontraron la Agonía de Escarcha y leyeron la escritura premonitoria de su pedestal. La inscripción avisaba de que el portador de la hoja ganaría poder eterno, pero a cambio de un alto precio: "Al igual que la espada desgarra la carne, su poder hiere el espíritu". A pesar de la advertencia y de las protestas de Muradin, Arthas juró pagar cualquier precio a cambio de poseer la espada.

Gracias a la imprudente insistencia del príncipe, la Agonía de Escarcha se liberó del hielo en el que estaba incrustada, quitándole la vida a Muradin en el proceso. Arthas agarró la espada, destruyendo así la poca humanidad que le quedaba. El príncipe no podía saber que el Rey Exánime era el auténtico dueño de la espada y tampoco había averiguado que, además de los encantamientos de Kil'jaeden, la Agonía de Escarcha poseía una habilidad otorgada por Ner'zhul: la habilidad de robar el alma a los vivos.

Con la Agonía de Escarcha en la mano y la creciente oscuridad en su corazón, Arthas se adentró en las heladas tierras para responder a la llamada de su nuevo señor...

Capítulo 3: La destrucción del Trono Helado[ | ]

Todo Lordaeron se alegró cuando el príncipe Arthas regresó victorioso de Rasganorte, pero su euforia fue efímera. Poco después de que Arthas se arrodillara ante el rey Terenas, el otrora paladín atravesó el corazón de su padre con la Agonía de Escarcha. Por orden del Rey Exánime, el príncipe caído mató a su mentor, Uther el Iluminado, y se apoderó de los restos de Kel’thuzad. Cuando Arthas hubo terminado, La Capital, una de las antiguas maravillas de la humanidad, había quedado reducida a un silencioso páramo de muerte y desesperación.

El caballero de la Muerte Arthas avanzó con su creciente ejército de no-muertos hacia los bosques de Quel’Thalas, matando a los elfos que encontró en su camino al atravesar las puertas de Lunargenta. Arthas reclamó la legendaria Fuente del Sol, usando sus poderes para revivir a Kel’thuzad en forma de exánime y dejando las tierras de los altos elfos totalmente devastadas tras su paso.

A cambio, Kel’thuzad abrió un portal para que entrara Archimonde, un poderoso señor demoníaco de la Legión Ardiente. A su llegada, Archimonde declaró que la utilidad del Rey Exánime había llegado a su fin. Mientras Archimonde perseguía los objetivos de la Legión, Arthas viajó al continente de Kalimdor. Allí conoció y guió a Illidan Tempestira, un poderoso cazador de demonios cuyos intereses estaban en sintonía con los del Rey Exánime.

La Tercera Guerra finalizó con el fallecimiento de Archimonde. Tras su muerte, las fuerzas de la Legión en Azeroth se dispersaron. Arthas volvió a Lordaeron, donde fue bombardeado con dolorosas visiones que indicaban que los poderes del Rey Exánime se estaban debilitando. El caballero de la Muerte viajó de vuelta a Rasganorte y tuvo que hacer frente a un ejército de elfos: supervivientes de Quel’Thalas. Los elfos se habían aliado con Illidan Tempestira para atacar el Trono Helado. El señor de la cripta Anub’arak apareció y guió a Arthas por una serie de antiguos túneles que les permitieron llegar rápidamente hasta el Rey Exánime.

Arthas emergió de las cavernas subterráneas para enfrentarse al último oponente que bloqueaba su camino: Illidan Tempestira, quien se había convertido en un demonio. Illidan luchó contra el caballero de la Muerte, la Agonía de Escarcha chocó contra las hojas gemelas de Azzinoth de Illidan. Finalmente el demonio quedó tendido en la nieve, ensangrentado, mientras Arthas avanzaba sin inmutarse por las voces del pasado que resonaban en su cabeza advirtiéndole de lo que estaba a punto de hacer.

Algunos dicen que Arthas aún tenía control sobre sus actos cuando subió los peldaños hasta el Trono Helado; otros afirman que se convirtió en el Rey Exánime al coger la Agonía de Escarcha. En cualquier caso, en la cabeza del caballero de la Muerte solo se distinguía una voz mientras se acercaba a la armadura rúnica incrustada en el hielo. —Devuelve la hoja —ordenó el Rey Exánime—. ¡Completa el círculo! ¡Libérame de esta prisión! Con un bramido, Arthas empuñó la Agonía de Escarcha y destrozó el Trono Helado. Entonces se colocó el yelmo de Ner’zhul, sellando así su unión con el Rey Exánime.

Ahora el Rey Exánime espera, maquinando cómo atraer a los aventureros tras los pasos de Arthas. La Agonía de Escarcha está hambrienta de las almas de los valientes y los imprudentes y, en algún lugar, la voz de Ner’zhul aún retumba dentro del yelmo del Rey Exánime diciendo:

"Ahora somos uno".

Referencias[ | ]

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